El Presidente enmendó la fallida designación del misionero y, a la vez, evita candidatos duros, como Aníbal o Bernal. Los desafíos en un área crítica.
Por Antonio Rossi
Una primera lectura del desplazamiento de Sergio Lanziani y el desembarco de Darío Martínez como nuevo secretario de Energía deja traslucir un doble mensaje político de la Casa Rosada. En primer lugar, el presidente Alberto Fernández busca enmendar el error cometido al inicio de su gestión, cuando designó al misionero sin la posibilidad de que pudiera contar con un grupo de colaboradores propios y confiables: ese particular reparto del poder replicado en casi todos los ministerios hizo que aterrizaran en la Secretaría referentes de los distintos espacios del Frente de Todos que nunca se movieron bajo una misma sintonía. Por otro lado, con el traspaso a la órbita de Economía, el Gobierno apuesta a reordenar el área energética con un equipo más expeditivo, que dependerá directamente del ministro Martín Guzmán para poder afrontar los problemas más críticos del sector, que se vieron agravados por el coronavirus y la caída global del consumo.
Enfrentado con el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas; desprovisto de apoyos internos y sin poder de decisión en los temas de fondo del sector; Lanziani era, desde hacía varios meses, un secretario de Energía “testimonial” que solo se dedicaba a firmar resoluciones administrativas elaboradas por otros funcionarios.
Su salida era un secreto a voces que se fue dilatando más de la cuenta como muchas otras decisiones del Gobierno que se anuncian y después entran en un tiempo de maduración excesivamente prolongado.
Para remplazar a Lanziani, Alberto Fernández eligió a Martínez, diputado nacional por Neuquén del Frente de Todos y actual titular de la comisión de Energía en la Cámara baja.
Martínez llega al Gobierno con el respaldo del ministro Guzmán y el apoyo de la mayoría de los gobernadores, sobre todo, de aquellos que están al frente de las provincias petroleras.
El nuevo timonel del área energética llega al Gobierno con el respaldo del ministro Guzmán y el apoyo de la mayoría de los gobernadores, sobre todo, de aquellos que están al frente de las provincias petroleras.
Oriundo de la localidad rionegrina de Ingeniero Luis Huergo, la historia cercana y los antecedentes de Martínez muestran que siguió la carrera de contador público y que en 2005 ocupó su primer cargo político como concejal de la ciudad de Neuquén.
En 2011, fue candidato a intendente, pero terminó en el cuarto lugar con apenas el 7% de los votos. En el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner, estuvo al frente de la Fundación YPF en la capital neuquina. En 2016, asumió como diputado nacional en remplazo de Nanci Parrilli, la hermana del actual senador y mano derecha de la vicepresidenta, Oscar Parrilli.
Desde la Cámara de Diputados, fue uno de los más duros opositores a la gestión de Mauricio Macri, a quien denunció penalmente por su participación en las sociedades offshore que aparecieron en los Panamá Papers.
Tras haber sido en 2019 candidato a vicegobernador por Unidad Ciudadana en la elección provincial que ganó el Movimiento Popular Neuquino, se sumó desde el inicio a la campaña electoral de Alberto Fernández y formó parte del equipo de asesores de temas estratégicos y energéticos. Antes de presidir la comisión de Energía de Diputados, había estado al frente de la comisión de Presupuesto durante el tratamiento de la ley de sostenibilidad de la deuda externa.
Si bien mantiene una buena relación con el kirchnerismo, Martínez no forma parte de las huestes de La Cámpora ni del Instituto Patria. Igualmente, tiene una histórica identificación con Cristina y es íntimo amigo del presidente del bloque oficialista en diputados, Máximo Kirchner. Con su nombramiento, igualmente, la Casa Rosada logró neutralizar la jugada que habían lanzado los referentes ultra K para que el exjefe de Gabinete y actual timonel de Río Turbio, Aníbal Fernández, o el interventor del Enargas, Federico Bernal, ocuparan el cargo de Lanziani.
La Casa Rosada logró neutralizar la jugada que habían lanzado los referentes ultra K para que Aníbal Fernández o el interventor del Enargas, Federico Bernal, ocuparan el cargo de Lanziani.
Precisamente con Bernal, el nuevo secretario de Energía tendrá que sentarse a aclarar los tantos para que las acciones que viene desplegando el interventor más allá de sus funciones específicas no obstaculicen las principales definiciones de fondo que debe tomar el Gobierno para encarrilar la política energética.
Entre las cuestiones más urgentes que deberá resolver Martínez hay dos que sobresalen. Una es la necesidad de reactivar la producción de hidrocarburos y potenciar Vaca Muerta para poder revertir la caída de los últimos meses y no tener que salir a importar gas el próximo invierno.
Para lograr ese objetivo, en el terreno petrolero tendrá que “ajustar y actualizar” el esquema vigente del barril criollo, mientras que en el ámbito gasífero deberá revisar y definir si sigue adelante con el plan Gas 2020/2024, que fue armado por Kulfas y está casi listo para ser implementado a partir del próximo mes.
La otra cuestión clave pasa por la elaboración de una hoja de ruta para empezar descongelar las tarifas de los servicios de luz y gas y achicar la montaña creciente de los subsidios que desembolsa mensualmente el Estado.
A esos temas críticos se agrega otra lista de problemas que también demandan soluciones que no pueden demorarse: las deudas pendientes con las petroleras, la actualización de los precios de los biocombustibles, los proyectos renovables paralizados, el déficit creciente de Cammesa por la falta pago de las distribuidoras eléctricas, la negociación con China para una nueva central nuclear, los aumentos en los surtidores, la normalización de los entes reguladores y las renegociaciones contractuales con las gasíferas y las eléctricas Edenor y Edesur.
Nota Editada en Letra P