Con el mismo ímpetu que su padre ostentó al llegar al país procedente de Italia a principios del siglo pasado, el empresario pesquero Antonio Solimeno describió los nuevos proyectos que serán presentados en sociedad mañana: los barcos “Luigi” y “Anita”, que recibirán el bautismo de mar en el sector del Inidep, en la Escollera Norte.
Las dos embarcaciones son las más grandes construidas por la industria naval argentina y están dotadas con la última tecnología y herramientas de innovación en pos de la sustentabilidad. El trabajo estuvo a cargo de SPI Astilleros.
“Esto es una demostración de lo que somos capaces los marplatenses, este es un emprendimiento local. No muchos se animan a hacer este tipo de barcos acá, tenemos el ‘know how’ y al astillero SPI que los construyó”, contó Solimeno mientras mostraba, entusiasmado, fotos de su interior.
Los navíos forman parte de la renovación de la actual flota integrada por doce embarcaciones, que pescan desde merluza hasta calamares, sin olvidar a los langostinos. Todos los productos se desembarcan en el puerto de Mar del Plata.
Así las cosas, el “Luigi” es un “congelador marisquero, para el langostino y otras especies también”. “Es decir, es un barco polivalente pero congelador. Y el ‘Anita’ va a relevar a otro. En definitiva, estamos renovando la flota”, sostuvo Solimeno. Y describió mano a mano con LA CAPITAL: “Somos un modelo pesquero porque estamos totalmente integrados con la flota y con la industria. Estamos posicionados con las cuotas de los primeros recursos, como merluza, calamar, langostino y todas las variedades costeras”.
La flota también está integrada por “tres arrastreros congeladores, cuatro marisqueros, dos de calamar y tres fresqueros grandes”, que son los encargados de llevar la materia primera hasta la planta industrial. “Todo lo que pescamos -aclaró Solimeno- lo descargamos acá en Mar del Plata. Podemos almacenar 8, 9 mil toneladas. Hoy nosotros producimos entre 8 y 9 mil toneladas anuales de productos terminados para el mercado interno. Las exportaciones alcanzan un 15 por ciento”.
Integración
En medio de las vicisitudes del país, con crisis económica-financiera incluida, Solimeno no se deja amedrentar por los vendavales. “Hay que seguir con los proyectos. Si mirás todo lo que pasa, no se hace nada y este proyecto empezó hace cuatro o cinco años. Hay que renovarse, no se puede seguir con los barcos de los ’80, estamos cambiando permanentemente, porque si no, dejás de ser eficiente y cada vez hay más exigencias”, aseguró.
Además, después de calificar a la pesca como “una industria de mano de obra intensiva y capital intensivo”, destacó que con las nuevas embarcaciones “la tripulación también estará más cómoda”. “Eso significa que podrán rendir mejor”, dijo.
Seguir y mirar para adelante son parte de los objetivos de la empresa familiar, encabezada por “Tony”, quien está acompañado por su hermanos Luis y uno de sus hijos, Antonio. “El trabajo nos fue llevando, fuimos armadores, después tuvimos barcos de altura, merluceros, de calamar, arrastradores y congeladores. Después, vino el langostino”, relató Solimeno.
Esa diversidad descripta lo llevó a afirmar: “Debemos ser una de las pocas empresas integradas, hacemos la economía circular: pescar, procesar, descargar y llegar a la góndola. Hacemos todo. Ahora también hacemos cosas con vegetales y sumamos a las papas McCain”.
Y repite como un latiguillo: “Hay que defender nuestro producto”. Y en pos de ese lineamiento suscribió la necesidad de “ir al mercado internacional, porque en el mercado interior podemos reducir gastos pero no podemos reducir impuestos”. Y añadió: “Es como se dice: ‘camarón que duerme, se lo lleva la corriente’. Hay que tener compromiso y nuestro mayor compromiso es con la gente”. En la actualidad, la firma marplatense emplea a “850 personas en forma directa”.
Historia
El padre de Antonio, Luis, llegó a la Argentina en 1935 con 14 años y se dedicó a la pesca en el Río de la Plata, hasta que en 1942 recaló en Mar de Plata para trabajar en la pesca del tiburón.
“Se quedó de octubre a abril, porque por más que había mucho trabajo, volvió para casarse con mi madre. Abril es el mes de las novias”, reseñó entre risas el empresario.
Tanto por parte de madre como de padre, las ramas familiares son originarias de Sorrento. “Ellos vendían pescado, eran los típicos palanqueros, después tuvieron pescadería y acá ya empezaban a aparecer las primeras fábricas de conserva”, enumeró.
En 1946, Luis compró un barco “con unos socios y en 1948 hizo la lancha ‘Ana María’ y en 1957 el ‘San Antonino’ en el taller naval El Napolitano, que estaba donde hoy funciona el restaurante La Farola”, recordó Solimeno. Sus padres se casaron en Buenos Aires y se mudaron a “La Feliz”. “Tony” nació en 1947 y con 11 años empezó a ir al puerto, durante las vacaciones escolares del verano. “En aquel entonces el pescado se mandaba a Buenos Aires por tren. Salía tipo 3 de la tarde y a las 11 de la noche estaba en Constitución. La central de carga estaba donde hoy está el estadio mundialista”, recordó.
Así fue aprendiendo las primeras materias del negocio y su evolución. “Yo conocí los barcos a vapor que pescaban merluza, era la flota del Estado”, rememoró.
“En el ’72 -enumeró- construimos el primer barco en lo de Contessi, el ‘San Antonio’, en el ’74 compramos el ‘San Francisco’. Pescábamos de todo en ese tiempo”. En 1976 compró el terreno donde se construyó el edificio que habitan actualmente, en Juan B. Justo y Alejandro Korn.
En esa época tenían “tres barcos y a veces nos costaba vender el producto, había que buscar la manera de defenderlo, así que vendíamos una parte fresco y congelábamos el excedente. En 1977 empezamos a hacer exportaciones”.
Mirando en retrospectiva, el empresario no dudó: “Estoy conforme con lo hecho, volvería a hacer lo mismo. Acá en Mar del Plata hicimos cinco fábricas, casi 35 mil metros cuadrados, damos trabajo 850 personas en forma directa”.
Con los años, la dedicación y el trabajo arduo, la empresa creció, se expandió y continuó por un sendero de constante innovación hasta llegar a la actualidad, con la presentación de los barcos “Luigi” y “Anita”, los más grandes construidos en astilleros argentinos con una inversión millonaria.
“Entre los dos barcos, que son gemelos, superan los 20 millones de dólares”, reveló sobre los nuevos eslabones con los que piensan seguir cumpliendo con uno de los preceptos que los guía: “del mar a la góndola”.
Fuente: La Capital de MdP